martes, diciembre 06, 2005

5.50

Una novia de ojos cafés espera al novio novato
quien por andar no se sabe en cual juego de ella se olvida,
cuando ve dar la vuelta rodando por el pavimento
a un deportivo, precioso, cromado, que pasa de ida.
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Un guapo ojos de cielo conduce aburrido en el auto,
la escena que observa recuerda otra ya conocida.
De repente el hombre se anima y regresa al punto
con la niña olvidada que espera, ya casi dormida.
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El galán barrunta oportuno realizar el intento,
enciende un rubor de mejillas su mirada encendida.
Frena y abre la puerta del coche parando muy junto.
Claro oferta. ¡DOY CINCO! Dejando la niña alelada.
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A la tentación fulminante sólo toma un momento.
En un simple segundo queda la inocencia perdida.
Displicente y segura responde -Son cinco cincuenta.
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Asciende los peldaños de casa de citas cohibida.
Matador da una rosa a esa rosa madura al tormento.
La exnovia, al bajar, es una maja ya desinhibida.
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Un polen travieso gira danzando ebrio en el viento.
Otra mariposa se posa en la flor florecida.
Vuelve la nube preñada de agua por el firmamento.
El pájaro regresa al árbol paterno y anida.
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Otro día de tantos, un novio ojo azul, cara de susto,
espera en el mismo lugar con una flor desabrida.
Conduce distraída una dama y hace un alto,
su mirada se posa en el joven fría, endurecida.
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Gradualemente se enciende en su rostro un pícaro encanto.
Brillan los ojos castaños. Suspira ya decidida
e increpa rápidamente al niño, pétreo de espanto.
¡DOY CINCO! La mano del muchacho tiembla estremecida.
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Tras varios segundos de rumiar en su adentro el asunto,
el joven despliega la sonrisa de un homicida
y vendiendo a desgano, desliza -Son cinco cincuenta.
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Se abre la flor. La mariposa su espina no olvida.
Flota el instante en el tiempo. Nunca perece el Secreto.
Puro en la rosa polen eterno esparce la vida.
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